jueves, 8 de enero de 2015

Diluvio Universal: la respuesta en el cosmos… y en la mente


Seguramente, el mítico Diluvio Universal es un tema que ha suscitado numerosos estudios religiosos, antropológicos, históricos o mitológicos durante siglos, pero no ha sido hasta hace pocas décadas en que algunos autores alternativos empezaron a buscar rastros geológicos y arqueólogicos de un cataclismo global real de gigantescas proporciones. Sin embargo, ni todo está dicho ni todos los enfoques hacia el tema han sido explorados. Así, me es grato presentar este interesante artículo de Guillermo Caba Serra en que desarrolla una muy audaz teoría sobre el concepto de Diluvio, en que la física y la metafísica van unidas de la mano. Léase atentamente y sin prejuicios, porque lo que así se dice está bastante alejado de la ortodoxia.



Representación artística del Diluvio
Cualquier persona que haya tenido interés en seguir los distintos relatos que existen sobre el Diluvio Universal se habrá dado cuenta de dos aspectos fundamentales que los caracterizan. En primer lugar, que son universales, pues los encontramos en todas las tradiciones sagradas del planeta. Y en segundo lugar, que los relatos, si se entienden de forma literal, son absurdos. Una vez constatado este hecho, la pregunta que nos podemos hacer es: ¿Por qué todas estas tradiciones antiguas se tomaron el interés en transmitir el mismo mensaje absurdo según el cual una lluvia muy intensa inundó la tierra y aniquiló a casi toda la humanidad?
Más extraño todavía es que las mismas tradiciones dijeran que se salvaron los piadosos, los humildes, los sabios y los santos. ¿No es más lógico pensar que se salvaran los que estaban muy fuertes o muy sanos, que serían los que alcanzasen la cima de una montaña, o bien los que sabían cómo construir embarcaciones? De manera que este dato añade más extrañeza al ya de por sí absurdo relato del Diluvio. Y la pregunta que nos debemos plantear es: ¿Qué lógica hay detrás de este relato? Esto es lo que voy a tratar de establecer a partir de ahora en una hipótesis en la que se van a utilizar datos que proceden de distintos campos de la ciencia.

Me voy a centrar en la descodificación del relato mesopotámico y del americano precolombino. Pero antes de abordarlos, tenemos que dar tres pasos hacia atrás para establecer unos marcos conceptuales. Estos datos, que nos van a proveer de la llave para descifrar el código en que están escritos estos textos, provienen de los siguientes tres puntos de anclaje:

1.  Por un lado, la interpretación que propongo sobre la razón de ser de la Gran Pirámide.

2. Por otro lado, será necesario abordar el simbolismo felino en las tradiciones africanas, de Oriente Medio, de Asia y de la América Precolombina.

3.  Finamente, incorporaremos datos aportados hoy por la investigación clínica y  neurológica, así como por el geomagnetismo y la astrofísica.

Una Gran Pirámide dedicada a la naturaleza espiritual del ser humano


En otro artículo que publiqué en esta revista formulé una hipótesis muy sencilla sobre la Gran Pirámide. Básicamente, lo que decía allí es que este monumento no es el mausoleo del faraón Keops. Esto se puede sostener porque, por un lado, no hay ni un solo dato de la Antigüedad que nos aporte una prueba directa y fehaciente de que así sea. Y por otro lado, porque si uno toma los Textos de las Pirámides, que es el origen de la literatura funeraria egipcia, y pasa el tamiz, se puede constatar que hay correspondencias entre lo que dicen algunos pasajes de estos textos funerarios y la estructura interna de la Gran Pirámide.

Sección de la Gran Pirámide
En este sentido, lo que encontré es que los tres elementos fundamentales que hay en la mal llamada Cámara del Rey –el sarcófago y los dos canales abiertos a las estrellas– tienen sus correspondencias con lo que para los antiguos egipcios era el cuerpo físico, el ba o alma y el akh o espíritu. Es decir, el cuerpo físico lo asimilo al sarcófago; el ba o alma, al canal sur que apunta a la constelación de Orión a su paso por el meridiano; y el akh o espíritu, según mi hipótesis, tiene su correspondencia con el canal norte que apunta a las estrellas circumpolares. Así pues, de acuerdo con mi investigación, este espacio de la Gran Pirámide es una escenificación de la naturaleza íntima del ser humano. Para algunos lectores estas correspondencias pueden parecer casuales. Sin embargo, encontramos la misma concepción del ser humano en las tradiciones sumeria, acadia, maya, hindú, e incluso en la alquimia y en el sello templario.

Si vamos a la Epopeya de Gilgamesh, que es la obra literario-mitológica más conocida de la civilización sumeria, encontramos que se dice por dos veces que Gilgamesh era en dos tercios divino y en un tercio humano. De esta manera, encontramos una correspondencia muy clara en lo que hemos propuesto para la mal llamada Cámara del Rey de la Gran Pirámide: un sarcófago, que tiene asignado el cuerpo físico, y un canal sur y un canal norte que tienen asignados respectivamente el alma y el espíritu. Más interesante es que, en otro pasaje de la Epopeya de Gilgamesh, se indique que el barquero Urshanabi es el personaje que permite a Gilgamesh atravesar las Aguas de la Muerte. Y es que Urshanabi significa literalmente “servidor de dos tercios”. Es decir: el texto nos está indicando que es la dimensión no física de Gilgamesh la que puede cruzar este paso peligroso. Si la parte la parte física se queda en la orilla y pasan los otros dos tercios, el alma y el espíritu, este texto mesopotámico nos está hablando de algo que tiene mucho más que ver con la mística que con un desplazamiento puramente geográfico. Podemos pensar que estas correspondencias son casuales una vez más. Para darnos cuenta que esto no es así vayamos al mundo acadio.

El poema de la creación acadio nos indica que el ser humano se “fabricó” mediante la carne y la sangre de un dios, al que se inmoló, más la arcilla. En este caso tenemos este último elemento, la arcilla, la que aporta el tercio físico de la naturaleza del ser humano, mientras que la carne y la sangre del dios aportan los dos tercios divinos. Así que, de forma clara, tenemos que distintas tradiciones sagradas  comparten la misma concepción sobre la naturaleza espiritual del ser humano. Esto podría ser debido a la proximidad geográfica y temporal entre Egipto y Mesopotamia. Sin embargo, esto es poco probable porque el mismo conocimiento lo encontramos en la América precolombina.

Figura 1. Glifos mayas
En el mundo maya tenemos un glifo que indica la compleción de las cosas, su perfección, que es el glifo ahau (ver figura 1). Un aspecto de este glifo que nos interesa especialmente es que remitía a la naturaleza divina de aquel personaje que lo detentaba. Es decir, todos aquellos personajes del mundo maya que detentaban este atributo o título –básicamente gobernantes y sacerdotes– eran considerados divinos. Esto es especialmente relevante porque dicho glifo está integrado por tres círculos dentro de otro círculo. Según los especialistas en epigrafía maya, este glifo representa el rostro de un ser humano o la cara de un mono. Sin embargo hay otro glifo, que deriva de este glifo ahau, que es el glifo way (ver figura 1), en el que aparece la parte superior derecha, en donde debería aparecer un círculo, alterada por manchas. Según los especialistas, dichas manchas son una referencia a una piel de jaguar. Por lo tanto, este glifo está haciendo referencia a la actividad de los brujos y hechiceros que tomaban drogas enteogénicas. Esto es muy interesante porque la alteración del glifo ahau nos está hablando de una dimensión de la conciencia: aquella en la cual la mente funciona al margen de la percepción física de la realidad porque alguien ha tomado algún tipo de sustancia enteogénica.

De esta manera hemos entrado en el meollo del asunto porque el glifo ahau nos está señalando que entramos en el campo de la conciencia. Es decir: si el glifo way nos indica ese ámbito de la conciencia en el que la mente funciona con una alteración total de la percepción física de la realidad, lógico es pensar que cada uno de los círculos del glifo ahau nos está hablando de un nivel de conciencia distinto. Si esto es así, cuando hablamos del poema de la creación acadio, los dos tercios divinos, que serían la carne y la sangre del dios que se inmoló, nos estarían hablando de dos niveles de conciencia, mientras que la arcilla sería otro nivel de conciencia. Asimismo, en la Epopeya de Gilgamesh sumeria los dos tercios divinos de nuestro protagonista serían dos niveles de conciencia y el un tercio humano otro nivel de conciencia. Y en el caso de la Gran Pirámide tendríamos que el sarcófago remitiría a un nivel de conciencia, mientras que el canal sur –el alma o ba– tendría asignado otro nivel y el canal norte –el espíritu o akh– señalaría otro nivel de conciencia. Así que la pregunta que se nos suscita es: ¿de qué niveles de conciencia estamos hablando? Para aclararlo tenemos que ir a la India.

La claridad que aporta la tradición Vedanta Advaita hindú



En la tradición hindú del Vedanta Advaita se dice que el ser humano vive en tres niveles de conciencia básicos. El primero es el nivel de conciencia de vigilia en el cual a través de los sentidos de nuestro cuerpo físico –el oído, la vista, el tacto, el olfato y el sabor–, percibimos el mundo físico así como nuestro cuerpo.

De acuerdo con la misma tradición, hay un segundo nivel de conciencia que es ese estado en el que tenemos sueños cuando estamos dormidos. En esta situación, la mente fabrica realidades puramente mentales. Finalmente hay un tercer nivel de conciencia que es el del sueño profundo en el cual al desparecer cualquier sujeto objetivador tampoco hay un mundo que se pueda objetivar.

Esta clave tan sencilla nos permite descifrar el código en que se expresaron los seres humanos que concibieron la Gran Pirámide, la Epopeya de Gilgamesh, el poema acadio de la creación y los glifos mayas de los que hemos hablado.

Veamos su aplicación para explicar el significado de la mal llamada Cámara del Rey de la Gran Pirámide: el sarcófago nos está remitiendo a la conciencia de vigilia y esta conciencia muere cuando morimos; el canal sur, que estaba dedicado al alma-ba, en realidad nos está hablando de la conciencia del ser humano despojada de la percepción física de la realidad. Es decir, al remitir al yo en estado puro señala a lo que queda de nosotros cuando hemos disuelto nuestra vinculación con los sentidos corporales; finalmente, el estado de conciencia de sueño profundo estaría referenciado en el canal norte, al que asignamos el espíritu-akh que apunta hacia las estrellas circumpolares.

Asimismo, los dos tercios divinos de Gilgamesh remiten a los dos estados de conciencia, el primero de los cuales se caracteriza por trascender la vinculación con los sentidos (sueño con sueños) y el segundo se caracteriza por trascender la misma mente (sueño profundo), mientras que el otro tercio remite a la percepción sensorial que tenemos en la conciencia de vigilia. Finalmente, en el poema acadio de la creación la arcilla remite a este estado de conciencia de vigilia mientras que la carne y la sangre del dios Wê señalan respectivamente a la conciencia onírica y al sueño profundo.

De entrada, estas asimilaciones pueden parecer bastante extrañas, pero si vamos por ejemplo al Rig Veda, que es el fundamento de la tradición sagrada hindú, veremos que al final todo remite al mismo mensaje claro y sencillo. Allí se dice que el número de la creación es el número tres y que este número tres remite a tres niveles de conciencia que se reparten de una forma muy clara: un tercio del ser humano pertenece a Yama, el dios de la Muerte, y dos tercios pertenecen a Suria, el dios del Sol. Con lo cual volvemos a la misma proporción. Un tercio humana, que es la percepción física de la realidad, y dos tercios divina, que es todo ese tipo de percepciones, que trascienden lo que captamos a través de los sentidos.

Esta interpretación de la Gran Pirámide, y por extensión del mensaje fundamental a partir del cual se articula, según mi hipótesis, el conocimiento sagrado de Sumer, Acad y el mundo maya, también lo encontramos en el mundo de la alquimia en donde tenemos el mercurio, el azufre y la sal. Y, en este sentido, la enigmática operación alquímica de volatilizar lo sólido y solidificar lo volátil no es nada más que, como indicaba de forma sencilla y clara el gran místico hindú Ramana Maharshi, alcanzar un estado de conciencia en el que aunemos la claridad de la vigilia con la paz del sueño profundo.

Sello templario
Y continuando con la proporción dos tercios divina y un tercio humana, esto se puede aplicar también a la razón de ser del sello templario en el que aparecen dos caballeros montando un caballo. En el Fedro de Platón o en el Katha Upanishad hindú, aparece la idea de la necesidad que tiene el intelecto, o auriga, de dominar los sentidos, que en estas tradiciones son los caballos. De manera que el sello templario tiene un significado puramente espiritual. Además, la leyenda que rodea la imagen de los dos caballeros montando el mismo caballo, “Sello de los Caballeros de Cristo”, añade más peso a esta hipótesis espiritual de un caballo –el cuerpo– al servicio del alma y el espíritu, los dos caballeros.


Hasta aquí hemos dado el primer paso para entender los textos que nos hablan del Diluvio: el ser humano participa de tres estados de conciencia básicos. El primero es el de conciencia de vigilia, a través de la cual percibimos la realidad física del mundo –y de nosotros mismos­– a través de nuestros sentidos. El segundo es el de la conciencia onírica y el de todas esas experiencias que tienen las personas en el umbral de la muerte, ya sea porque han tenido un paro cardíaco y se les genera una experiencia extracorpórea. Es decir, este nivel de conciencia se correspondería con nuestro yo en estado puro. Y luego el tercer estado que es el de sueño profundo en el cual desaparece el sujeto observador porque ya no hay objeto que observar.

El mismo felino para distintas tradiciones sagradas



Ahora vayamos al segundo punto de anclaje que nos permitirá entender la solución que propongo sobre el Diluvio Universal y a formular una hipótesis sobre la razón de ser de la Esfinge de Guiza que entra en resonancia con dicha solución. Este aspecto es el del común simbolismo felino que encontramos en las tradiciones de todo el mundo. Es decir: el león en África y Oriente Medio tiene un simbolismo sagrado que es el mismo que encontramos en Asia con el tigre y en la América Precolombina con el jaguar. ¿Cuál es este simbolismo común?

En la tradición hindú, para alcanzar la iluminación, hay una indicación poética muy interesante en la que el maestro le dice al discípulo: la mente vagabundea de un pensamiento a otro de la misma manera que un elefante vagabundea por el bosque. Tenemos que aniquilar, neutralizar, doblegar nuestra propia mente de la misma manera que un tigre es capaz de atacar y aniquilar a un elefante. Esta es una indicación que Ramana Maharshi dio algunas veces a sus devotos. Dicho recurso simbólico también aparece en el Yoga Vasishtha, que es un texto del siglo IV d. C. Así que es un recurso metafórico bastante extendido en la tradición hindú.

Sello de la civilización del Indo
Lo interesante es que si, por ejemplo, nos remontamos a la Civilización del Valle del Indo, que floreció hacia el tercer milenio antes de Cristo en el actual Pakistán, encontramos unos sellos que apuntan al mismo mensaje del que estamos hablando. Y es que en estos sellos aparece un individuo sentado en postura de yoga al lado de un tigre que mantiene con el meditador una relación de ataque. De manera que es muy fácil vincular lo que significa la iluminación mística con lo que simboliza el ataque del tigre al meditador. Es decir: la persona que concibió este sello hizo una escenificación simbólica de lo que es la iluminación mística. Podríamos pensar que este recurso poético es exclusivo de la tradición hindú.

Sin embargo, si nos vamos a la Siberia el primer milenio a.C., encontramos muchos petroglifos en los que aparece la imagen superpuesta de un felino atacando a un ungulado. Decir que se trata de lo mismo podría ser demasiado aventurado. Las personas que han investigado estos petroglifos afirman que forman parte de una visión del paso entre la vida y la muerte, entendiendo esto como el paso de un nivel de realidad a otro nivel de realidad. Es decir, pasamos de la realidad en la cual percibimos todo físicamente a otro nivel de realidad en el que no se percibe nada físicamente porque el cuerpo ha dejado de existir. Así que volvemos a la misma idea expresada a lo largo de más de 5.000 años –pues este es el lapso de tiempo que hay entre el florecimiento de la civilización del Valle del Indo y Ramana Maharshi– en la tradición hindú.

Dintel de la madraza
En este orden de cosas también podemos ir a la madraza (escuela en donde se enseña el Corán) que se construyó en Samarcanda en el siglo XV. Este edificio nos interesa porque en el dintel de la entrada aparecen de forma simétrica dos escenas en las que un tigre ataca a un cervatillo. Según la tradición, esta escena remite a un acontecimiento que ocurrió hace 500 años: apareció un tigre, bajó a la ciudad, dio un paseo por ella y se volvió. Evidentemente esta tradición es extraña por dos motivos: el primero de ellos es que la leyenda no dice nada de cervatillos; y en segundo lugar, porque parece una frivolidad que dicho relato se sitúe justo a la entrada del lugar en el que se enseña el Corán, la palabra de Alá, a los niños. ¿Podemos establecer la vinculación del ataque de este tigre con lo que hemos apuntado de la tradición hindú? Es decir, ¿podemos vincular esta escenificación con la iluminación mística?

La respuesta es afirmativa. A favor de esto tenemos que en este caso se trata de un cervatillo, que sería una indicación del niño musulmán que todavía no ha madurado espiritualmente y que va a ese lugar en el que se le va a enseñar cómo ser uno con Alá. Este sería el objetivo de la escenificación del tigre y del cervatillo que vemos en la entrada de la madraza.

Antes de acabar con el motivo felino, vayamos hasta la América precolombina para darnos cuenta hasta qué punto este recurso metafórico para explicar el paso del nivel de conciencia ordinario al trascendental es universal.

En el mundo maya se utilizaba la misma palabra –balam– para identificar a los sacerdotes y chamanes así como a los jaguares. Dicho claramente, en la medida en que los sacerdotes y los chamanes eran los que dominaban el paso entre el mundo físico y el trascendente, eran depositarios de poderes y capacidades que, por analogía con el mundo natural, eran los atributos de los jaguares. Esto se traducía en la capacidad de bloquear o neutralizar su percepción física de la realidad para acceder a otro nivel de conciencia, de la misma manera que un jaguar bloquea o neutraliza su presa.

Asimismo, podemos ir a la cultura de San Agustín que se desarrolló en las estribaciones orientales de la cordillera andina colombiana. Ahí tenemos estatuas en las que aparece un felino, en el que se destacan sus prominentes colmillos, agarrando a un ser humano. Es decir, las personas que esculpieron esas esculturas destacaban el atributo depredador de la escena. En este sentido, los estudiosos de estos yacimientos dicen que dichas esculturas representan una metáfora del paso de un nivel de existencia a otro nivel de existencia, de la vida a la muerte, de la percepción física de la realidad a otro estado que trasciende esa percepción. Con lo cual, encontramos el mismo recurso poético, metafórico, que es la relación presa-depredador, para explicar el paso de un nivel de existencia, o de conciencia, a otro.

El mismo mensaje en la cuna de la humanidad



Si algunos lectores aún tienen dudas acerca de la importancia y universalidad de esta escenificación presa-depredador como recurso metafórico para expresar el paso del nivel de conciencia de vigilia al de conciencia trascendental, creo que les será de utilidad saber qué datos se han extraído del yacimiento de Göbekli Tepe que se descubrió en 1993. Con 11.500 años de antigüedad, hoy se considera que es la cuna de la civilización.

Este yacimiento nos interesa por varios motivos: es el primer gran centro de peregrinaje conocido; es el primer monumento utilizado como un sistema de almacenaje de contenido simbólico; y su descubrimiento está obligando a replantear el porqué el ser humano pasó del Paleolítico al Neolítico. De manera que Göbekli Tepe es cualquier cosa menos banal y, por este motivo, cualquier dato que se pueda extraer de él y que nos ayude a entender cuál era su función, nos interesa especialmente.

Pues bien, en este yacimiento hay muros de piedra circulares y monolitos con imágenes de presas y depredadores. La parte ritual está dentro de este círculo y para acceder a este espacio interior, hay que agacharse y pasar por un paso estrecho, lo que indica que el ego debe doblegarse, tema que ya abordé en mi primer libro Conciencia. El enigma desvelado. Los arqueólogos que llevan a cabo el estudio del yacimiento sostienen que en estos monumentos se llevaba a cabo un oscuro ritual vinculado con la vida de ultratumba. De manera que, incluso en el monumento que a día de hoy está considerado como el origen de lo que después serían todas las tradiciones religiosas, aparece el simbolismo presa-depredador para escenificar el paso entre el mundo físico y el mundo espiritual. En suma: el simbolismo presa-depredador está muy profundamente anclado en la conciencia del ser humano y por eso lo encontramos en todas partes.

Este ha sido el segundo aspecto importante a tratar. El primero era la visión tripartita del ser humano: dos niveles divinos o trascendentes y uno físico. Ahora hemos tratado el simbolismo felino y, antes de abordar los textos, nos queda un tema fundamental: saber qué nos dice hoy la ciencia, qué datos se están extrayendo en distintas áreas de conocimiento que nos pueden ayudar a entender qué lógica tiene el relato del Diluvio Universal.

Lo que revela la neurología, el geomagnetismo y la astrofísica



En primer lugar hay que tener en cuenta los trabajos del científico canadiense Michael Persinger, quien ha estado experimentando, entre otras cosas, con un artefacto que él ha creado y que se ha venido en llamar el Casco de Dios. Es un casco normal de motorista al que se le han incorporado unos electrodos. La persona que se pone el casco, cuando se activan los electrodos, queda bajo el influjo de unos campos magnéticos. Algunos de los voluntarios que se han sometido a estos campos magnéticos aseguran que están percibiendo seres que no existen físicamente, mientras que otros han tenido experiencias extracorpóreas, aunque bien es verdad que muchos de los voluntarios no han experimentado ninguna alteración respecto de la conciencia de vigilia.

"Casco de Dios"
Sea como sea, los estudios de este médico han sido discutidos porque otros equipos de investigación han intentado, sin éxito, reproducir los resultados. Y el patrón intrínseco de actividad neuronal compleja –que según Persinger es activado por estos electrodos– no se ha encontrado. Así que podemos entender que los testimonios de los que han experimentado con el casco y han reportado alteraciones de la percepción de vigilia, obedecen a la autosugestión. Es decir, hablan de cosas que se han imaginado pero que no han vivido. Podría ser. Sin embargo, para darnos cuenta de que estos datos quizás no son tan banales, podemos añadir tres referencias.

La primera es que tenemos el cerebro plagado de cristales de magnetita. Es decir, somos magnéticamente sensibles. En segundo lugar, a algunas de las personas a las que se les han colocado directamente electrodos en la cabeza, se les ha incrementado muchísimo la memoria, mientras que otras han tenido experiencias extracorpóreas. Estos experimentos son muy importantes porque a través de ellos se constata la enorme plasticidad de la conciencia del ser humano cuando está sujeta a campos electromagnéticos específicos, distintos a los que estamos expuestos en nuestra cotidianidad. En tercer lugar, en un artículo que apareció en el año 2011 en el Journal of Human Evolution, se indicaba que en los inicios del Paleolítico parece ser que los seres humanos tenían un interés especial en asentarse en lugares tectónicamente activos. Según los científicos, esto era debido a que ahí tenían mayor facilidad para la cacería, mayor protección frente a las fieras o mayor cantidad de agua disponible. A mí, dicho sea de paso, no me parece que estas ventajas de supervivencia estén más disponibles en lugares tectónicamente activos. Lo que sí es verdad es que en dichos asentamientos se generan campos magnéticos alterados.

Con lo cual, propongo que los seres humanos iban a vivir a estos sitios porque la conciencia puede que ahí trabaje de forma más fina o de forma un poco más alterada. Pienso que esto podría ser así porque buena parte de lo que son los templos antiguos y las grandes tradiciones sagradas han nacido y se han establecido en lugares telúricamente activos, donde hay terremotos. Tenemos Guiza, tenemos Jerusalén, tenemos Delfos, que precisamente se asienta en un cruce de fallas tectónicas. Asimismo, tenemos Teotihuacán, Tiwanaku, Cuzco o Machu Picchu.

Es decir, tenemos muchos datos que nos permiten formular la hipótesis de que el ser humano se ha asentado en lugares tectónicamente activos porque ahí la conciencia ha estado más receptiva a lo que sería la trascendencia del ser humano. Esta hipótesis se me hace muy verosímil porque, al fin y al cabo, lo que tenemos en estos sitios son mensajes sobre trascendencia, sobre la dimensión divina del ser humano. ¿Por qué construir estos monumentos tan especiales y tan complejos en lugares en los que la tierra se mueve? La respuesta que propongo es que había individuos especialmente sensibles a estas emanaciones electromagnéticas y que ahí conectaban con otros niveles de realidad, o bien que la intuición de esa otra realidad, que existe más allá de lo puramente sensorial, se captase de forma más clara.

El Diluvio fue un fenómeno cosmológico



Este aspecto del magnetismo también nos interesa pero a una dimensión más amplia: la que implica al planeta en su globalidad porque la Tierra es magnéticamente sensible y, más concretamente, es como un imán. Tenemos dos polos, que generalmente coinciden con los polos geográficos, y tenemos la magnetosfera, un escudo protector que protege la biosfera de determinados haces de energía que barren el cosmos continuamente. Desde el siglo XIX conocemos bastante bien el viento solar y, más recientemente, gracias a los satélites, sabemos que en el cosmos hay una auténtica orquesta de flujos de energía electromagnética que continuamente barren el espacio en todas direcciones. De vez en cuando, impactan con la Tierra y, a pesar de que pensábamos que estábamos bien protegidos con nuestra magnetosfera, hoy sabemos que no es así. Estos haces pueden penetrar, y de hecho penetran, en la biosfera, lo que ha generado bastante desconcierto entre los astrofísicos.

Así que, y ahí entramos en el tema del Diluvio, podemos formular una hipótesis sobre la razón de ser de este relato. Si el Diluvio Universal desde el punto de vista atmosférico no tiene sentido, ¿podría ser que lo tuviera desde el punto de vista electromagnético? Dicho claramente: propongo que el Diluvio Universal es en realidad el efecto que produce en la mente de los seres humanos un haz de energía electromagnética que barre el cosmos, interactúa con la tierra y provoca en los seres humanos una alteración total de su percepción física de la realidad. Y para verlo vamos a ir, de forma muy sintética, a los textos antiguos.

El diluvio electromagnético en Mesopotamia



Vayamos a la tradición mesopotámica. Según esta versión, de la que posteriormente derivaría el relato bíblico de Noé, el causante del diluvio es un dios que se llama Enlil, cuyo dominio es la atmósfera. Cuando leemos los textos en los que aparece como protagonista, lo que encontramos es que personifica el más puro deseo sexual. Es decir, las peripecias de este dios hablan de nuestra parte más burda. Curiosamente, este es el dios que crea el diluvio, lo suscita.

En la misma tradición, el dios que permite la salvación de un ser humano es el dios Enki, que es una deidad que nos interesa muchísimo. En primer lugar porque dentro del sistema sexagesimal sumerio, Enki tiene un valor de 40, y ésta es una referencia clara de que Enki representa nuestros dos tercios divinos: la actividad de la conciencia cuando ha trascendido su vinculación con la percepción física de la realidad así como con la propia mente. En segundo lugar porque el dominio de este dios es el apsu, palabra que dio origen a nuestro vocablo “abismo”. Pues bien, según los textos mesopotámicos, este apsu era el lugar de las aguas cósmicas subterráneas, que se situaban en las fuentes, en los ríos y en los aljibes; no obstante, los mesopotámicos creían que estas aguas rodeaban nuestro mundo visible. De manera que encontramos una incoherencia. ¿Cómo puede ser que estas aguas, el apsu, estén presentes en las fuentes, en los aljibes y en los ríos, y que al mismo tiempo rodeen el mundo físico visible? Lo que propongo es que, en realidad, estos dominios acuáticos son una metáfora de lo que queda de la conciencia del ser humano cuando ha disuelto la vinculación con los sentidos corporales y, por lo tanto, ya no percibe la realidad física.

De acuerdo con esta interpretación de lo que es el apsu, el nivel del agua marcaría la diferencia entre el mundo físico, que es lo que hay de la superficie para arriba, la atmósfera, mientras que toda masa acuosa remitiría a toda aquella percepción que tenemos cuando ya no estamos vinculados por los sentidos. Es muy curioso porque en el texto, Enki, el dios del apsu, es quien le dice a Utanapishti, el Noé de este relato, que construya una arca.

Representación medieval del Arca de Noé
Curiosamente, el texto especifica que cuando el arca es botada en el agua, ésta se hunde dos tercios. Como ya vimos en la misma tradición mesopotámica que el ser humano estaba compuesto por tres partes, dos divinas y una humana, si el arca se hunde dos tercios, quiere decir que los dos tercios divinos del ser humano permanecen debajo del agua. Y esto significa que todo lo que trasciende nuestra percepción física de la realidad, es lo que se salva del diluvio.

A favor de esta interpretación tenemos que lo que quedó afuera del agua, en el ámbito de la atmósfera, y por lo tanto quedó expuesto al efecto destructor del diluvio, fue un tercio del arca. Y esto es coherente con el hecho ya indicado de que Enlil, el dios que suscita el diluvio, era el dios de la atmósfera.

De acuerdo con esta interpretación, el relato original del Diluvio Universal dentro de la tradición mesopotámica nos está diciendo que la percepción física de la realidad quedó afectada mientras que todo lo que era la percepción que subyace más allá de lo que hay a nivel sensorial se salvó, esto es, quedó fuera del alcance del Diluvio. ¿Absurdo?

Un tercer dato del mismo relato da más solidez a esta interpretación. En este pasaje se indica que tras el diluvio, los dioses conceden la inmortalidad al superviviente del Diluvio y, a partir de ese momento le dicen “vas a vivir en la desembocadura de los ríos”. ¿Cuál era el lugar geográfico al que se referían los que crearon el relato? Yo propongo que no es un lugar geográfico sino que es un lugar cognitivo.

De hecho, el sitio existe geográficamente: es la unión del Tigris y el Éufrates, el lugar donde se juntan para desembocar al mar; sin embargo, hay que entender la referencia del texto en clave simbólica. Basta ir a las tradiciones místicas, desde Santa Teresa de Jesús hasta el yoga hindú, para darse cuenta de lo que significa unión. La mística española utiliza hasta la saciedad la expresión de la unión con Dios, con Jesús, para explicar sus experiencias trascendentes. Por otro lado, ¿qué significa yoga?: “unión”. Y a esta interpretación mística se referían los mesopotámicos cuando indicaban que el superviviente del Diluvio se fue a vivir a la unión de los ríos. Esto es coherente con el hecho de que, al asignarle los dioses dicho enclave, el texto indique que al mismo tiempo a dicho superviviente se le concedió la inmortalidad. De manera que dicho lugar no es geográfico sino cognitivo, místico.

Y, en suma, dicha clave también se puede aplicar a la concepción egipcia según la cual el faraón llevaba las coronas del Alto y del Bajo Egipto. En contra de lo que sostienen los egiptólogos, según los cuales las dos coronas remiten a dos lugares geográficos, yo sostengo que remitían a dos estados de conciencia. El Bajo Egipto remitía a la conciencia de vigilia y el Alto Egipto a la conciencia trascendente. El faraón era, en este sentido, el intermediario entre estos mundos, atributo que en todas las tradiciones pertenece a los chamanes y a los sacerdotes.

La misma clave para entender el diluvio mesoamericano



Mural de Teotihuacán
Todo esto puede parecer falto de coherencia pero si nos vamos a la tradición mesoamericana tenemos que, según los aztecas, tras el diluvio los seres humanos se transformaron en peces. En este sentido, propongo que estos peces no son más que metáforas para señalar lo que queda del ser humano cuando ya no está vinculado a la percepción física de la realidad. Si nos vamos al mundo de Teotihuacán, hay un mural en el que aparece el ser humano tras el diluvio también transformado en pez. La pregunta es: ¿por qué los seres humanos eran peces? ¿Por qué utilizar este recurso? Y lógico es pensar que en Mesoamérica, al igual que en Mesopotamia, la superficie del agua era vista como el umbral entre lo que es físico y lo que es espiritual y trascendente.

La vinculación del agua con la trascendencia de la percepción física de la realidad también la encontramos en el mundo maya. En esta civilización los cenotes sagrados, estas cavidades subterráneas que contenían lagunas, eran considerados las entradas al inframundo, al mundo de los espíritus.

Asimismo, los mayas tenían un glifo que remite al acto de conjurar, verbo que significa evocar realidades espirituales, trascendentes, lo que no se capta a través de los sentidos, para que se manifieste físicamente. Pues bien, el glifo que los mayas tenían para referirse al acto de conjurar era un pez en una mano (ver figura 1). Es decir: sacar el pez del agua era la imagen utilizada para indicar el acto de evocar lo que existe más allá de los sentidos para que se manifieste en el ámbito físico. Con lo cual tenemos otra clara indicación de que el agua representa una frontera entre lo que es trascendente, espiritual, y está más allá de lo que captamos por los sentidos, y lo que es nuestra parte física.

Tema maya de la caracola
Pero hay más datos en el mundo maya que traen agua a la hipótesis cognitiva del Diluvio. Y es que para referirse al número cero los mayas utilizaban las conchas de mar y las caracolas. Esto es muy interesante, porque si el agua representa la conciencia trascendente del ser humano, la caracola –en la medida en que está en el fondo del mar– representa el substrato más profundo de la conciencia del ser humano. Y de hecho hay vasos policromados en los que aparece el final del viaje del fallecido al lado de seres que soplan la caracola.

Códice de Dresde
Para acabar, vamos a proponer una descodificación cognitiva de una página muy conocida del Códice de Dresde en donde se escenifica el Diluvio, y que sirve de recapitulación de todo lo que hemos dicho hasta ahora. En esta página tenemos que el que crea el Diluvio es un animal monstruoso que tiene atributos de presa y de depredador. Depredador porque es un caimán, y presa porque a este caimán le han añadido una pata de venado. El segundo aspecto es que el cuerpo del animal está integrado por los signos de Venus, Marte, Mercurio y Júpiter, de los que penden a su vez los signos de la Luna y del Sol, con lo cual queda claro que el origen del Diluvio hay que buscarlo en el cosmos. El tercer aspecto es que el agua que derrama la diosa que aparece en el centro de la escena contiene una concha de mar, así que incorpora el concepto de ausencia de presencia, el substrato más sutil de la conciencia del ser humano.

Es decir, lo abordemos por donde lo abordemos, todo nos induce a formular la hipótesis de que el Diluvio Universal fue un haz de energía electromagnética que borró la percepción física de la realidad de los seres humanos. Por eso todas las tradiciones coinciden en señalar que se salvaron los humildes, los piadosos y los santos.

Finalmente, por lo que concierne a los mayas, conviene señalar algo que los investigadores reconocen acerca de la sustancia celestial que genera el Diluvio: “en las escenificaciones del Diluvio de la época clásica, anteriores a este códice, cae sangre del cielo. En la época posclásica, a la que pertenecen los códices, cae agua. Sabemos que esta sangre no es sangre y que esta agua no es agua. Sin embargo sabemos que se trata de un mismo elemento cosmológico pero no sabemos cuál es.”

Lo que propongo es que este elemento es un haz de energía electromagnética que barre el cosmos, que interactúa con la conciencia del ser humano y que bloquea la percepción física de la realidad.

Un Diluvio que nos deja como niños



Hasta aquí podríamos pensar que esta interpretación del Diluvio sumerio y del Diluvio teotihuacano, azteca y maya es absurdo. Sin embargo, si nos vamos a Platón, por boca de un sacerdote egipcio, se dice: “de forma periódica cae un diluvio procedente del cielo que deja a los seres humanos como si fuerais niños”. ¿Cómo hay que interpretar esto? Si fuera lluvia física, ¿por qué iba a transformar a los seres humanos otra vez en niños? A lo sumo, lo que haría sería mojarlos o ahogarlos, pero no transformarlos en niños.

Por otro lado, en el Apocalipsis de San Juan tenemos la referencia de que apareció un dragón en el cielo y con su cola barrió un tercio de las estrellas. ¿Por qué otra vez esta proporción de un tercio?

Una esfinge que aguarda su momento



Hasta ahora, para proponer esta interpretación del Diluvio hemos utilizado textos antiguos, que de alguna manera son un medio de transmisión de conocimiento alterable y manipulable. En este sentido, merece la pena buscar un medio o soporte de transmisión de conocimiento que sea menos manipulable y alterable por el paso del tiempo. En este orden de cosas, todo el mundo está de acuerdo en que este soporte para transmitir conocimiento es la arquitectura y la escultura. Así que debemos buscar en la antigüedad una indicación del Diluvio expresada en forma arquitectónica que reúna tres condiciones.

1.   Tiene que ser un gran depredador.

2.  Este depredador ha de contener un mensaje cósmico, ha de señalar una realidad cósmica.

3. Ha de manifestar una actitud de espera. Porque, al fin y al cabo, todas las tradiciones dicen que va a volver otro diluvio.

Y si uno considera estas tres condiciones se da cuenta rápidamente de que hay una obra de arte de la antigüedad que cumple las tres: la imagen leonina de la Esfinge de Guiza. 

Gran Esfinge de Guiza

Muy probablemente, esta imagen no fue obra de cuatro individuos de la civilización egipcia. Seguramente es bastante anterior, y muy posiblemente nos está señalando el momento del último diluvio y, de forma implícita, nos está señalando cuándo será el siguiente. Por eso es un león en reposo. Por lo tanto, la hipótesis que propongo para la razón de ser de la Esfinge de Guiza es que está señalando un haz de energía electromagnética, que por ahora no está activo pero que de forma periódica cae sobre la tierra y afecta la conciencia de los seres humanos.

Buscando la prueba del diluvio cognitivo



Si realmente hubo un diluvio electromagnético, lógico es pensar que tendríamos que encontrar algún tipo de registro, geológico o biológico, que lo demostrase. Por ejemplo, en un sedimento de 12.500 años de antigüedad se encontró un hierro –que en ese momento se estaba fundiendo– que tenía una polarización inversa a lo que el planeta debería tener en ese momento. Eso significa que en ese momento se produjo una inversión total del magnetismo terrestre: el polo norte estaba en el sur y el sur estaba en el norte. Y esto quedó registrado. Asimismo, unos investigadores japoneses comprobaron que en unos anillos de crecimiento de unos árboles, correspondientes al año 775, había una alteración total del anillo de crecimiento. Según los autores del artículo, dicha alteración fue provocada por una emisión de rayos gamma procedente del cosmos que no duró más que unos pocos segundos.

Así pues, si la hipótesis cognitivo-electromagnética es cierta, tendría que existir un registro fósil, geológico o biológico, probablemente en la franja de antigüedad de 12.500 años, porque esto es lo que parece indicar la Esfinge de Guiza, en el que se pudiera constatar que el planeta recibió el impacto de una fuerza electromagnética asimilable a los efectos que se producen, por ejemplo, a través del Casco de Dios. Es decir, se tendría que encontrar el registro de una fuerza electromagnética al cual se pudiera atribuir este tipo de efectos en la conciencia del ser humano. Desconozco qué tipo de fuerza electromagnética podría ser o qué tipo de registro. Eso ya sería trabajo de geólogos, si es que hay alguien que considera que la hipótesis tiene algún fundamento. Por mi parte, creo que dicho registro existe y que, en todo caso, merece la pena buscarlo. Si la hipótesis es falsa no se encontrará. Si es cierta, se encontrará y nos obligará a repensar desde la base aspectos fundamentales de nuestra historia y de nuestra naturaleza.

(c) Guillermo Caba Serra 2014

1 comentario:

Piedra dijo...

Interesante, es una nueva (para mi) interpretación de lo que pudo pasar y de lo que podrían estar hablando las tradiciones antiguas.
De todos modos, también hay pruebas geológicas de pequeñas inundaciones que pudieron afectar a zonas concretas,(¿no?) que si eran las pobladas por la civilización dominante del momento (¿Atlantida?) pudieron dar lugar a parte de estas "leyendas"... y liarlo aun más.

Sobre lo explicado con la pirámide, creo que se cae en el error de querer ajustar una teoría alternativa a lo que dice la teoría oficial, pero eso es solo mi interpretación personal.

Saludos.